La prensa en la dictadura de Trujillo: Censura, manipulación y distorsión
de la verdad
Censura, manipulación, revisión exhaustiva de los
textos, distorsión de la verdad, propagandas a favor del régimen y la
exageración de temas que la dictadura quería resaltar, son algunas de las
características que marcaron el periodismo dominicano en la llamada “Era de
Trujillo”, de 1930-1961.
Tras Rafael Leónidas Trujillo Molina asumir el poder,
dejó de existir la poca libertad de expresión que con libradas batallas y
sangre, había conquistado el país. Los articulistas eran adeptos al
régimen y cualquier noticia negativa no trascendía. Solo por debajo se podía
hacer ciertos comentarios entre personas de extrema confianza.

Entrevista al director del periódico El Día, doctor Rafael Molina Morillo, en su oficina.
Hoy/ Napoleón Marte 28/05/2013.
Esta es la visión del laureado periodista y escritor,
Rafael Molina Morillo, quien al narrar sus vivencias de esa época, aclara que
su apellido nada tiene que ver con el tirano, “ni para bien ni para mal”.
De acuerdo al ahora director del diario gratuito “El
Día”, las informaciones de la era trujillista eran unilaterales. La prensa
extranjera no estaba en el país ni los medios eran tan eficientes como los
actuales. Todo lo que producía el régimen era lo que consumía el pueblo, por
eso era una dictadura, porque solo se escuchaba la voz de (El Jefe), y todo
estaba dirigido por él.
Los dueños de los medios tenían que someterse a lo
establecido o simplemente “desaparecían”.
Cierre del Listín
Diario y auge de La Nación. Para la época, los periódicos
de mayor relevancia en el país eran “La Opinión” y el “Listín Diario” y a nivel
provincial “La Información” en Santiago, de los cuales dejarían de publicarse
en 1942 el “Listín Diario” y en 1947, “La Opinión”.
Durante esta dictadura, el periodismo dominicano y los
otros aspectos de la vida nacional estuvieron sometidos al férreo régimen de
tres décadas en las que el sátrapa utilizó los mecanismos a su alcance para
mantener y afianzar el poder.
Listín Diario fue clausurado en 1942, haciendo su
reaparición en 1963 dos años después de terminada la dictadura.
Este medio se había definido como defensor de los
intereses políticos del presidente Horacio Vásquez, quien gobernó de 1924 a
1930, y luego de instaurado el gobierno de Trujillo, su situación comenzó a
cambiar por el acoso y el miedo a la dictadura.
“La Nación”, dirigido por Rafael Vidal, era la
publicación oficial del gobierno. Los domingos publicaba la “Página Literaria”,
donde escribieron Osvaldo Bazil, Juan Goico Alix, Ángela Báez Soler y otros.

Traía además la “Página
Infantil”, dedicada a los niños con cuentos y fábulas, recuadros con mini
biografías de hombres célebres, entre ellos reconocidos escritores como Luis de
Góngora, así como poemas de Federico García Lorca, Pedro Calderón de la Barca y
otros.
Publicaron en este periódico firmas como Enrique
Henríquez, Carmen Marrero, Ramón Marrero Aristy y Manuel del Cabral, reseña en
una de sus obras el historiador Alejandro Paulino Ramos.
Procedimientos para las
publicaciones. El instrumento más eficaz de
comunicación para la época era el telegrama, cuyo aparato se utilizaba para
enviar mensajes de una central a otra, y luego un empleado de oficina los
hacía llegar de manera personalizada a su destino. “La inmediatez en cuanto a
la publicación de las informaciones no existía”, cuenta Molina Morillo.
Lo más rápido que podía salir a la luz pública una
nota era en un plazo no menor de uno o dos días, porque los medios no manejaban
tecnologías como internet, teléfonos móviles, correos electrónicos, mucho menos
computadoras, además de otras limitaciones de la época.
Lo mismo ocurría cuando se necesitaba enviar una
información del extranjero al país o viceversa. Se tenía que recurrir al
telegrama, cuyo mensaje llegaba por telégrafo y tardaba un día, era la vía más
rápida.
Aunque no así el caso de los periódicos impresos, ya
que los ejemplares que llegaban por avión tardaban de dos, tres y hasta cuatro
días más tarde, explica el autor de “Mis Recuerdos Imborrables”.
En un viaje que Trujillo realizó a Madrid, España, en
junio de 1954, tuvo que esperar durante dos o tres días que llegara el avión
con los periódicos para que él y su séquito pudieran conocer qué decía la
prensa dominicana de su estadía en el extranjero.
Aún el “Todopoderoso” Trujillo, no veía su periódico
sino dos o tres días después de ser impreso.
Manejo de temas
sociales, económicos y políticos. “Había un lavado
de cerebro colectivo, menos en aquellas personas más cultivadas y con más
sentido patriótico, que sabían realmente lo que estaba pasando el país”,
explica Molina Morillo, quien al nacer el 31 de marzo de 1930, en La Vega,
creció y se desarrolló en el trujillismo.
Dice que cuando apenas era un adolescente no tenía un
criterio liberal, ya que creía todo lo que decían y pensaba que en su país se
hacía lo correcto, por lo que su mentalidad comienza a cambiar cuando entra a
la universidad e intercambia ideas con sus compañeros.
El diplomático señala que la mediatización colectiva
llegaba hasta lo ridículo y cita como ejemplo que cuando el país era afectado
por una epidemia x, por más escandalosos que fueran los casos, se tenía que
publicar que todo estaba bien, perfecto, como se decía ser Trujillo.
Aunque la gente se estuviera muriendo de enfermedades,
como sucede en otros países del mundo, había que decir que todo estaba bajo
control. Las estadísticas también eran manejadas al antojo del imperio
trujillista.
Se decía en la prensa que la economía era la mejor del
mundo y que la gente no moría de enfermedades. Santo Domingo de Guzmán era la
ciudad más limpia del mundo. Y la tiranía elogiaba sus infraestructuras. Como
el pueblo no conocía otras ciudades, entendía que todo era verdad. También por
la limitación que había en las comunicaciones y el transporte.
La gente repetía lo que escuchaba y se sentía
orgullosa de su país. Ya sea porque formaban parte de la estructura o por
ingenuidad, o simplemente, porque lo creían de buena fe.
Reportero en la
tiranía. El protocolo a seguir para cubrir una actividad
noticiosa de Trujillo no era nada sencillo.
Cuando Molina Morillo se desarrollaba como periodista
tenía un terrible temor a equivocarse, porque las equivocaciones con
Trujillo no eran buenas, ya que él las podía recibir de mal humor o de
buen humor, dependiendo de su estado de ánimo, relata tal como si lo estuviera
viviendo el fundador de la Revista ¡Ahora! y el vespertino El Nacional.
Uno de esos días, narra que en unas caravanas que
siempre iban veloces, compuestas hasta de diez vehículos, tenía que
ingeniárselas para estar a donde iban. A veces salían tan rápido, que a él no
le daba tiempo de preparase.
Ya estando prácticamente quedado, cuenta que sintió
cuando uno de los automóviles de Trujillo se detuvo y escuchó una voz que le
decía ¡Venga, suba, suba…! Subió al auto al lado del chofer y cuando mira
hacia atrás ahí estaban Anselmo Paulino, la persona encargada de verificar las
crónicas que él redactaba y Joaquín Balaguer, entonces secretario de Relaciones
Exteriores.
Ellos lo conocían y sabían de su oficio, por lo que
iban conversando con mucha confianza, criticando de vez en cuando las actitudes
de Rafael Leónidas Trujillo Martínez (Ramfis Trujillo), quien también iba en el
viaje, y del propio Trujillo, pero con mucha cautela, usando nombres falsos y
palabras claves para que el chofer y él no supieran de qué conversaban, pero
aún así entendía.
Piensa que a lo mejor lo hacían porque Trujillo iba a
creer más fácil cualquier versión de su equipo que del “carajo” que iba sentado
frente a ellos. “El Tirano tenía una maquinaria de inteligencia muy
fuerte”.
Reporte periodístico de
un viaje casual. Otra experiencia importante, la
vivió Molina Morillo a sus 24 años, cuando había finalizado los estudios en la
Escuela Oficial de Periodismo de Madrid, al cubrir de manera casual el viaje de
Trujillo a España.
Recuerda que recibió un telegrama del jefe de
Redacción de El Caribe, Germán Emilio Ornes Coiscou, medio en el que Molina
Morillo trabajaba desde 1948, informándole que “El Jefe” viajaría a esa nación
y que nadie mejor que él para reportar paso por paso los detalles del encuentro
entre el dictador español, Francisco Franco y el sátrapa dominicano.
En junio de 1954, cubrir un viaje de Trujillo a
España, uno de los hombres más poderosos y fuerte de la época, no era tarea
fácil para un estudiante que salió de viaje por una beca otorgada por el
Instituto de Cultura Hispánica de Madrid, es decir, que estaba allí por propia
voluntad.
“Todo, absolutamente todo lo que yo escribiera sobre
el viaje del déspota, tenía que ser mostrado al hombre de confianza de Trujillo
y aprobado por él, antes de mandarlo a Santo Domingo para sus publicaciones”,
cuenta.
Al mostrarle a Anselmo Paulino lo escrito sobre la
llegada de Trujillo a Madrid, España, preguntó que de dónde había sacado la
cifra de 50 mil personas en el recibimiento a Trujillo a lo largo de la Gran
Vía, no pudo contener el miedo por temor a equivocarse, porque era el
único periodista dominicano con acceso a las intimidades del séquito que el
tirano llevó a su visita oficial en esa nación. “A éste solo le
interesaba quedar bien ante los ojos de `El Jefe´”, apunta el expresidente de
la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) del 2005-2006.
El 4 de junio de 1954, El Caribe publicó una crónica
firmada por él que decía textualmente “Seiscientos mil madrileños dan la
bienvenida a Trujillo”, una suma totalmente distorsionada a la que él había
reportado.
Salario de los
periodistas. Los reporteros, como también eran
llamados entonces, tenían un sueldo entre los 80, 90 y 100 pesos
mensuales.
Molina Morillo inició su carrera periodística
devengando un salario de 125 pesos, lo que podía considerar un sueldo de lujo,
gracias a que su primer empleo fue en el periódico El Caribe y sus directores
tenían una filosofía diferente, por lo que contrataron muchachos jóvenes, sin
experiencia, “porque los experimentados ya tenían muchas mañas de pedir
dinero”, señala el exdirector del Listín Diario.
Con los 125 pesos se consideraba más que privilegiado,
ya que al tener una beca en Madrid, España, siendo un joven soltero sin
responsabilidad de familia, le era más que suficiente.
Después de la muerte
del tirano. Todavía después de la muerte de
Trujillo, el 30 de mayo de 1961, en el país quedaron fuertes remanentes de la
dictadura y la prensa seguía al servicio de los intereses de su familia. Se
hablaba en la prensa de los criminales que habían matado al dictador.
El país comienza a sentir la liberación trujillista a
mediados de 1961 y comienzos de 1962, con la salida de la revista Ahora,
el 15 de enero de 1962. Volvió el Listín Diario y El Caribe pasó a la
dirección de German Ornes.
¡Ahora! salió como una revista quincenal también con
el veterano periodista Mario Bobea Billini, de subdirector, quien junto a
Molina Morillo, hizo de publicaciones restringidas hechos completamente
detallados, convirtiendo a ¡Ahora! en una de las más influyentes e importantes
Reflejos de Trujillo en
la prensa. “Hay que luchar por mantener un clima de
libertad, aunque sea excesivo, ya que para mí la libertad nunca será demasiada,
pero para quienes la consideren así, es más conveniente que la represión”.
Las consideraciones del también abogado Molina Morillo
resaltan que la censura es como si hubiera otra persona que dijera: ¡Usted no
puede ver esa película! ¡No puedes leer tal libro! Porque quien lo dice ya lo
vio o leyó y entiende que no puede ser consumido por los demás.
Recuerda que en enero de 2010, en el país se revivió
un episodio de “la misma época trujillista” cuando grupos se movilizaron en
contra de la presentación de un libro escrito por Angelita Trujillo, hija
del dictador dominicano Rafael Trujillo Molina (1930-1961), en el que alaba la
figura de su padre y llama «traidores» a quienes le dieron muerte.
Molina Morillo cataloga ese episodio de la historia
dominicana como un “error y abuso inexcusable en esta época. Fue un error, una
barbaridad y un abuso, porque actuamos de la misma manera en que lo haría el
tirano”.
El periodista asegura que no es trujillista, pero
señala que prohibir que se toquen los merengues de la época y que se formen
partidos trujillistas, representa un atraso para el país, porque entiende
que no son los lineamientos que forman parte de la libre expresión.
¿Censura? Aunque se ha debatido mucho en el país y se han publicado vastas
biografías de Trujillo, el periodista de estos tiempos debe estar atento a
cualquier asomo de limitación de la libertad de prensa, teniendo como visión lo
mismo que pasó con el régimen y lo negativo que es cuando no se pueden decir
las cosas como son.
Molina Morillo sostiene que es preferible incurrir en
errores por exceso de libertad de expresión que ser limitado y no dar toda la
información que se tiene y es importante para la ciudadanía.
“Hay que evitar que se suprima la libertad de
expresión, porque podría ser el primer paso para volver a la dictadura de
Trujillo”, recalca.
Falta un camino largo
por recorrer. El reconocido periodista dijo que
en la actualidad se cometen excesos y esos puntos se debaten, aunque prefiere
que haya excesos a condicionamientos previos.
Nombre: Crismailyn Yamilette
Apellido:Santos Laurencio
Matricula:100541088
Maestro: Rafael Paradell
Comentarios
Publicar un comentario